Me voy a dormir y me duele. Ya te escribí. Ya te lloré. Pero aún me duele. Se que esta sensación va a quedarse estrujándome el alma por siempre, y ahora mismo, de todas formas, me duele.
No se si Dios te ha abrazado como pidió quién aún puede hacerlo. Sólo se que te veo, ahí, con tu pañuelo al cuello tapando la venda, en ese saco de madera que no te correspondía, porque nunca hubieras usado saco y porque vos no dormías, sólo amanecías y me duele.
A mi, me duele.
Y se que morir es trascender, y que ya habrás cumplido tu misión, pero yo vi el brillo de tus ojos al poder imaginarte un mañana, y ese mañana que no va a ser para vos, a mi me duele.
Me duele y me va a seguir doliendo, y mañana voy a levantarme, y voy a escuchar a todo el mundo hablarme de flores y centros de mesa, y yo solamente puedo escuchar esta boca del estómago hecha nudo, y yo sólo puedo decir que me duele.
Y cuando llegue a trabajar, me van a hablar de que el país emprende, y yo voy a pensar en ese fondo que no salió para ese proyecto que te entusiasmaba, y me voy a quemar los sesos preguntándome si capaz salía, y teníamos esas herramientas, tal vez hubieras estado trabajando y capaz todo esto no pasaba. Y estar tan rota como para pensar eso, no sólo me preocupa. También me duele.
Y Gabo me dice que suele el dolor, pero no lo estoy logrando, porque si es muy poco de amor sólo una vez por semana es mucho morir una vez cada semana. Y con la tuya vamos 5 muertes. Y a mi me duelen.
Pero quedate tranquilo. Me alegra la vida. Me quedo con lo bueno. Te encuentro en todo lo que falta.
Y vamos a construir ese futuro conjunto, con las aldeas de Aldos, chamacos y gurises.
Te lo prometo. Aunque duela.