Colombia, me encontrás cansada. Bueno. La pregunta es: ¿Qué lugar de este mundo no me encuentra cansada? ¿Existe acaso alguno? No, por ahora no, pero estamos trabajando en ello. Tengo un cartelito colgado en el espejo de mi baño que reza, cuando lo miro: “Disculpe las molestias ocasionadas. Estamos trabajando para usted”.
Es jueves, y luego de una agotadora mañana de trabajo –que incluyó 30 personas realizando una jornada en casa- partí en un taxi a la casa de Alber para que su hijo Lean nos lleve a Ezeiza.
Nos estamos yendo a Bogotá, Colombia, para la Asamblea Regional de una de las agendas en las que trabajamos, llamada “Alianza de Organizaciones por la Efectividad en el Desarrollo”. Si bien es una agenda con una temática tan interesante como compleja, se trata más o menos de las discusiones vinculadas al financiamiento, la cooperación, los sistemas fiscales e impositivos que influyen en el progreso de los países, de dónde sale el dinero que va a parar adónde cuándo hablamos de “Ayuda al desarrollo” entre otros. Yo soy parte del sector joven y es una agenda en que intento aprender. Participar pero sobre todo aprender.
Quien me conoce o me lee sabe que aún no puedo disfrutar el viajar ni dejar de sentirlo como un peso gigante. Que pasó de ser, en sus orígenes (hace algo así como 10 años) una gran alegría que me permitía encontrarme con compañeros de sueños y utopías a un peso increíble que me da dolor de estómago uno días antes y me hace tachar los momentos (ni siquiera los días) que faltan para volver.
Nahuel dice que es porque nunca me fui de viaje, que siempre viajé por obligaciones y que por eso no la paso como la podría pasar. Que, básicamente no se viajar, porque nunca lo he hecho.
Él, en cambio, ama viajar, lo hizo mucho tiempo de su vida en familia y sueña vivir en muchos países del mundo. Por eso fue que surgió el proyecto 3×9, en el que vamos trabajando de a poco para ver cuándo lo podemos concretar (quién te dice 2018 nos trae alguna sorpresa en ese sentido…).
Estoy intentando amigarme con la idea de viajar. Creo que Nahuel tiene razón y que tengo una definición errada sobre lo que son los viajes, o el creer que todos son lo mismo. Por eso empecé a reflexionar sobre la idea, a leer muchísimo más a Aniko (hasta me compré sus libros, que super recomiendo!) y justo ahora que tocó encarar este viaje, decidí hacer lo posible por tomármelo de otra manera.
El tiempo y el deseo de vivir más en paz me hizo no querer pasar del nada al todo, ir de a poco y no pretender cambios radicales de la noche a la mañana, así que en cambio de plantearme “disfrutar Colombia con todo al 100×100” comienzo por algo más básico, que es no sufrir este viaje al 100×100. Para mi no sufrir un viaje ya es bastante.
Llegamos a tiempo y sin estress y eso ayudó muchísimo. Esperamos que llegue nuestro avión con tranquilidad, trabajando (Dios bendiga los salones a los que podés entrar cuando juntaste pocas millas, muchas veces, durante 10 años de viajes) y chequeando no colgarnos porque se atrasó un poco.
Me sentí bien. Raramente, en el aeropuerto, me sentí bien también. Me sentí bien esperando, me sentí bien al entrar al avión (influye también que sea un viaje corto). Ok. La angustia de la sala de migraciones aún no la venzo, pero como dije: Vamos a poco.
Y acá estoy, en el avión, donde ya escribí un montón, leí otro poco, estoy por escuchar música… lo que ya es toda una novedad, porque estoy haciendo algo distinto a dormir!!!
En unas horas llegaremos a nuestra conexión en Panamá, correremos porque el avión salió atrasado y la escala va justa, y abordaremos un vuelo mucho más corto para llegar a nuestro destino. Como hace rato que no me pasaba, un auto nos irá a buscar para llevarnos al hotel.
Habrá algunas horas para dormir y mañana tempranito ya directo al trabajo, arrancando a las 8 am y terminando a las 19 para ir a cenar.
Colombia, me agarrás cansada. Pero con ganas de que seas el primer destino en el que voy mentalizada a amigarme con viajar.